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domingo, 19 de octubre de 2008

Recuerdo que me gustaba sonreír


¿Sabes una cosa?
Sé que cuando las cosas no salen bien tiendes a deprimirte, sueles llorar en silencio, buscas encontrar errores y situaciones mentales de donde fallaste.
Pero yo te diré; tú no fallaste, ni la otra persona falló, fueron las situaciones mal presentadas, consuélate por lo pronto con esa idea.
Te he visto callar siempre cuando algo no te parecía, sé que callabas por no contrariar, por no caer en discusión, y siempre sé que querías defenderte, pero siempre callabas, ya sea por temor o por amor, pero siempre callabas y yo solo te miraba y nunca te decía nada.
Recuerdo que solías ser alegre, aunque por dentro buscabas ser más feliz, recuerdo que te gustaba sonreír, ver y admirar, mas no recuerdo cuando empezaste a dejar de hacer eso, quizás me falla la memoria, si quizás sea eso el porqué no lo recuerdo.
Yo te hablé al oído cuando tú querías escuchar algo, te hablaba cuando no querías escuchar, pero aun así siempre me escuchabas y por dentro de ti ansiabas y mucho que yo siempre estuviera cerca de ti, porque recuerda siempre estoy en tus recuerdos, aunque siempre buscas apagarme y yo a veces te lo permito y otras no.
Te dejo vivir, te dejo buscar algo que tú solo sabes que es, y cuando vivas y tengas lo que buscas, yo te hablaré quedito para no perturbarte…
Atentamente:
Tu Conciencia.

"UNA CARTA SIN FIGURA" de Miguel Ángel Bayardo.

sábado, 18 de octubre de 2008

Para nada


Trabajé el aire
se lo entregué al viento:
voló, se deshizo,
se volvió silencio.

Por el ancho mar,
por los altos cielos,
trabajé la nada,
realicé el esfuerzo,
perforé la luz
ahondé el misterio.

Para nada, ahora,
para nada, luego;
humo son mis obras,
cenizas mis hechos.

...Y mi corazón
que se queda en ellos.

Para nada de Ángel González.

Contraofensiva


Si a uno
le dan palos
de ciego
la única
respuesta eficaz
es dar
palos
de vidente.

Contraofensiva de Mario Benedetti.

Entre mis muros


A un lado está la selva de los tigres
al otro
las langostas

debajo te estremece
el foso más cruel
el de los cocodrilos
un montículo triste de palabras
nacidas a deshora
por encima te espera

y en el centro estás tú
-asómate
ésa eres-
detenida en la cámara implacable

la inmóvil
la que busca
-quién sabe si no en vano-
un manantial que brote entre sus muros.

A un lado está la selva de los tigres de Esperanza Ortega.

Tierra nuestra, vida nuestra, tiempo nuestro...


Me tendí sobre la hierba entre los troncos
que hoja a hoja desnudaban su belleza.
Dejé el alma que soñase:
volvería a despertar en primavera.

Nuevamente nace el mundo, nuevamente
naces, alma (estabas muerta).
Yo no sé lo que ha pasado en este tiempo:
tú dormías, esperando ser eterna.

Y por mucho que te cante la alta música
de las nubes, y por mucho que te quieran
explicar las criaturas por qué evocan
aquel tiempo negro y frío, aunque pretendas

hacer tuya tanta vida derramada
(era vida, y tú dormías), ya no llegas
a alcanzar la plenitud de su alegría:
tú dormías cuando todo estaba en vela.

Tierra nuestra, vida nuestra, tiempo nuestro...
(Alma mía, ¡quién te dijo que durmieras!)

Alma Dormida de José Hierro.