sábado, 29 de noviembre de 2008

Un lugar muy pequeño o ninguno


Pocos de nosotros no se han despertado antes del alba algunas veces, o después de una de esas noches sin sueños que casi nos hacen enamorarnos de la muerte, o una de esas noches de terror y alegría deformada, cuando por las habitaciones del cerebro se arrastran fantasmas más horribles que la realidad misma e impulsados por esa vida intensa que se esconde en todo lo grotesco y que presta al arte gótico su sufrida vitalidad, ya que uno pudiera imaginarse que este arte es especialmente el arte de cuyas mentes han sido turbadas por la enfermedad del ensueño. Progresivamente los dedos blancos se deslizaban por las cortinas y parecían temblar. Sombras mudas se arrastraban a los rincones de la habitación con formas negras fantásticas y se ponían de cuclillas allí. Afuera se oían los pájaros que cantaban entre las hojas, o el sonido de los hombres que iban a sus trabajos, o el susurro y el sollozo del viento que bajaba de las colinas y vagaba por la silenciosa casa, como si temiera despertar a los que dormían, y que luego tendrían que llamar al sueño en su cueva púrpura. Se levantaba un velo tras otro de gasa fina y oscura, y poco a poco se restauraban las formas y colores de las cosas y vemos el amanecer rehaciendo el mundo con su antiguo modelo. Los espejos lívidos obtienen de nuevo su vida de imitación. Las velas sin llama están colocadas donde las habíamos dejado, y al lado de ellas apoyado el libro medio interrumpido que hemos estado estudiando, o la flor con alambre que habíamos llevado al baile, o la carta que hemos temido leer o que hemos leído tantas veces. Nada parece que haya cambiado. Fuera de las sombras irreales de la noche regresa la vida real que habíamos conocido. Tenemos que volver a tomarla desde donde la habíamos dejado y se apodera de nosotros un sentimiento horrible de necesidad de que continúe la energía en el mismo círculo de costumbres estereotipadas y aburridas, o quizá un anhelo salvaje de que nuestros párpados se abran alguna mañana en un mundo que hubiera sido remodelado de nuevo en la oscuridad para placer nuestro, un mundo en el que las cosas tuvieran formas y colores nuevos, y cambiado y con otros secretos, un mundo en el que el pasado tendría un lugar muy pequeño o ninguno, o sobreviviera de todos modos en una forma inconsciente de obligación o arrepentimiento, ya que hasta la rememoración de la alegría tiene su amargura, y los recuerdos del placer tienen sus penas.

El Retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde.

2 comentarios:

Allek dijo...

Lindo rincon..
saludes..
y mucha paz-ciencia!

AnaBosch dijo...

AMO este libro!
Es tan precioso
lleno de laberintos que desglosan la belleza